[Himnos] Con mi pastor contento estoy

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Cuando la Srta. Clephane, a petición de un amigo, escribió unos versos para una revista de niños, poco pudo imaginar que, años después de que muriera, el poema sería tomado, le pondrían música, y sería cantado en casi todo país de habla inglesa en el mundo. Pero tal fue el caso.

Fue durante la misión de Moody y Sankey en Gran Bretaña en 1873-74, que los dos evangelistas Americanos, al subir al tren en Glasgow para dirigirse a Edimburgo, para una campaña de 4 meses, el Sr. Sankey compró un periódico en el andén, y, tomando su asiento, le echó un vistazo en busca de alguna noticia de América. Habiéndolo mirado en vano, tiró el periódico, y solo lo volvió a mirar justo antes de llegar a su destino. Entonces, en una esquina del periódico, observó un pequeño poema, y leyó por primera vez las líneas destinadas a llegar a ser uno de los himnos más famosos en el mundo. Gratamente impresionados por los versos, Sankey los leyó a su colega, pero sólo para descubrir, cuando terminó, que el Sr. Moody, inmerso en la lectura de una carta, no había oído ni una palabra! Luego recortó el poema y lo guardó en su bolsillo.

Poco después, al concluir un mensaje impresionante sobre “El Buen Pastor”, el segundo día de reuniones, predicado en el Local de la Asamblea de la Iglesia Libre en Edimburgo, tras llamar al Dr. Bonar para que tuviera un breve mensaje, el Sr. Moody se dirigió a Sankey y le pidió que cantara algo acorde con su tema, para finalizar la reunión. Por un momento Sankey no podía pensar en un himno adecuado, pero de repente recordando el pequeño poema que había leído en el tren, un pensamiento invadió su mente como un mensaje: “canta el solo que leíste en el tren”. Pero, ¿cómo podía hacerlo cuando no tenía música para él? Sin embargo sintió que tenía que cantar aquellas palabras, así que tomó el recorte de su bolsillo, y poniéndolo delante de él sobre el órgano, Sankey elevó su corazón en oración a Dios para que le diera una melodía apropiada para cantar aquellas palabras. Conforme tocaba, nota a nota le fue dada la música que todo el mundo conoce hoy tan bien. Al finalizar la primera estrofa otra dificultad se presentaba: ¿Podría repetir precisamente la música que acababa de tocar? Pero eso también lo pudo hacer.

El Sr. Sankey relataba la historia, durante su última visita a ese país, el invierno de 1898-99: “Poniendo mis manos sobre el órgano,” dijo él, “pulsé el acorde de La mayor, y comencé a cantar… Nota a nota salió la melodía, que no ha sido cambiada desde entonces. Al cesar el canto, un gran suspiro pareció salir de la reunión, y supe que la canción había alcanzado los corazones de mi audiencia Escocesa. El Sr. Moody fue muy conmovido. Dejando el púlpito, vino hacia donde yo estaba sentado. Inclinándose sobre el órgano, miró el pequeño recorte del periódico del que se cantó la canción, y con lágrimas en los ojos dijo: «Sankey, ¿dónde conseguiste ese himno? Nunca he oído algo parecido en mi vida.» Yo también fui movido a llorar y me levanté y respondí: «Sr. Moody, ese es el himno que le leí ayer en el tren, que ud. no escuchó.» Entonces el Sr. Moody levantó su mano y pronunció la bendición, y la reunión terminó. Así nació «Noventa y nueve».”

La Srta. Clephane nació en Edimburgo, el 18 de junio de 1830, y siendo bastante joven fue llevada por sus padres a residir en Melrose, donde pasó el resto de su vida. Fue en el lugar todavía conocido como Bridge End House que fue escrito “Noventa y nueve”, por el año 1868, justo un año antes de la muerte de su autora.

Una señora que se había interesado mucho en la obra de los dos evangelistas, los Sres. Moody y Sankey, llevó consigo algunos de sus himnarios en una visita a París, con vistas a su distribución, y en la tarde de su llegada colocó uno sobre la mesa en el comedor del hotel.

Después de comer, un joven Inglés acababa de llegar a París para una quincena de juerga, y vio el libro entre los periódicos. Los nombres de Moody y Sankey le eran familiares, porque su hermana, una fiel Cristiana, había trabajado con ellos, y a menudo le había urgido, pero en vano, a que asistiera a sus reuniones. Descuidadamente abrió el libro, y sus ojos cayeron sobre las dos líneas:

Mas una estaba en las lejanas colinas,

Apartada de las puertas de oro.

“Supongo que María diría que ese soy yo”, se dijo a sí mismo, y, echando el libro a un lado, salió para asistir a la Ópera. Pero fracasó en todos sus intentos por quitar aquellas palabras de su mente. Aún en la Casa de la Ópera, en medio de toda la hermosa música y la alegría a su alrededor, le parecía oír una y otra vez el coro:

Mas una estaba en las lejanas colinas,

Apartada de las puertas de oro.

Se alegró de regresar a su hotel y retirarse a la cama, pero en su primer momento consciente la mañana siguiente las palabras volvieron como antes, hasta que al cabo de algunos días se sentía miserable.

Al fin se le ocurrió buscar el libro de nuevo, y ver qué decía el resto del himno. Fácilmente encontró el libro en la mesa de la sala de lectura, pero no conociendo bien las palabras con que empezaba, le llevó algún tiempo encontrarlo. Después de un rato lo descubrió, y comenzó a leer.

Había noventa y nueve que yacían seguras

En el refugio del aprisco.

"¡Ah!, esa es María”, se dijo a sí mismo; “ella está segura en el redil”.

Mas una estaba en las lejanas colinas,

Apartada de las puertas de oro.

“Y ese soy yo”, murmuró. Ya no era: “María diría”; él mismo lo sabía ahora. Un día o dos después, cayendo enfermo, fue atendido por un médico, que también estaba en el hotel, que era un Cristiano sincero. A él el joven le abrió su corazón, y con la ayuda del doctor fue llevado a rendirse al Buen Pastor, quien, de esta forma extraña, había usado el himno para traer a casa a la oveja perdida.

Noventa y nueve ovejas, sí,
En el aprisco están;
Mas una sola, sin pastor,
Por la montaña va;
La puerta de oro traspasó
Y vaga en triste soledad. //

Señor, ¿no bastan para ti
Las que mirando estás?
"¡Oh, no! no bastan", el Pastor
Responde con afán,
"Y al tenebroso bosque voy
Mi pobre oveja a rescatar." //

 
No sabe el redimido bien
Qué amargo y hondo mar
Atravesó su Buen Pastor,
Llorando de ansiedad
Por su ovejuela a quien halló
A punto casi de expirar. //

"Mis manos hoy el bosque hirió
Con harta crueldad;
Mas yo, mi pobre oveja en él,
Busqué sin descansar;
Obeja que hoy estás aquí,
Ven a mis hombros sin tardar." //

La tierra toda de una voz
El eco alegre da:
"Mi cara oveja al fin hallé,
Mi gozo celebrad."
Y en tanto el cielo dice así:
"Lo suyo Dios restaura ya." //

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1 comentario en “[Himnos] Con mi pastor contento estoy”

  1. preciosa canciòn
    Es encantador ver como Dios inspira a las personas, para escribir verdaderos cantos espirituales y escriturales, cosa que en nuestros dìas ya no se aprecia, y no es porque Dios no inspire, sino porque los cantantes modernos, se han preocupado màs por estar a la moda, que por la propia escencia de la palabra, olvidandose que Dios no muda, ni sigue las tendencias de las modas, pues su misma palabra dice que: Cristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. esta canciòn fue una verdadera inspiraciòn divina.

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